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sábado, 15 de enero de 2011

Los pilares invisibles de la catedral.

Es tremenda y a mi me asombra la capacidad que tenemos para deducir hechos del pasado prehistórico humano mirando el rastro que fuimos en la naturaleza y ayudados por los conocimientos científicos que vamos adquiriendo.

El ADN prehistórico, las piedras talladas, las pinturas de Altamira, los huesos de Atapuerca, las ruinas de Stonehenge ... allí los tenemos a nuestra disposición para tocarlos, medirlos, analizarlos y exprimirlos hasta no dejar gota de su información sin mirar.

Sin embargo hubo en aquellos tiempos remotos donde el homínido se iba convirtiendo en Sapiens, una construcción que, como toda construcción debió empezar por una primera piedra, acabó convirtiendose en el más maravilloso artefacto jamás concebido en la naturaleza, la más majestuosa catedral.

Sin embargo, de los primeros pasos, de los pilares de su construcción no nos quedó huella física en la naturaleza hasta que estuvieron completados. No tenemos ni ruina donde mirar, ni cueva donde buscar, ni interferómetro posible que inventar para hallar las pistas de su génesis y evolución.

Voy a hablar de los pilares del lenguaje humano: los pilares invisibles de la catedral. (Amígos y allegados notarán extraña esta figura retoríco-poética, acostumbrados como están a mi parco escribir. Era necesario para dar el énfasis que se merece el meollo de esta cuestión y por eso mismo lo saco a colación en este paréntesis.)

Porque ¿alguien puede pensar que Sapiens se tiró decenas de miles de años, si no centenas de miles de años con la única ocupación menesterosa de tallar piedras en forma de punta de flecha? Yo no, desde luego.

Ahora nos parece muy fácil cuando vemos una cosa con patas, melena y colmillos de a palmo, pensar "¡tate, un león!. Me voy", Y si no tienes demasiada manía al de al lado, decirle, "tío corre que he visto un león".

Me cuenta mi padre que cuando yo era muy pequeño señalaba cosas con el dedo y decía "etoeeeeee", lo que en la fonética adulta sonaría "esto es...", y las "eeeeee" eran la entonación suspensiva donde yo quería que mi padre colocara la palabra correspondiente a la cosa que yo señalaba.

Lo tenía chupao. Yo señalaba y decía "etoeeeee", y mi padre, "un león, hijo, vámonos "

Pero ahora hagamos un esfuerzo de imaginación y pensemos en el momento en que el hombre no había puesto todavía nombre a los animales (ni Bob Dylan compuesto su canción, claro, véase "El tiempo, la flecha del tiempo y la causalidad"). O, peor, en el momento en que no había puesto nombre a ninguna otra cosa. Allí estuvieron personas como nosotros, con apariencia pordiosera, piojosa y zarrapastrosa, que nada tuvieron que envidiarle a Sócrates, a Leibnitz o a Einstein.   Gentes que cayeron en el olvido y sin embargo fueron capaces de sacar de sus recuerdos todos los concretos leones que fueron viendo y un dia enjaularlos en una cosa rara  que ahora llamamos concepto y junto con él la palabra capaz de trasmitirlo. Allí no estaba su madre o su padre para ponérselo a huevo.

Y eso que hasta ahora vengo hablando sólo de sustantivos sobre cosas que podemos ver y tocar, No hablemos ya de las otras que ni siquiera se veían y en realidad algunas se podría decir que ni existían siendo: sustantivos abstractos, verbos, adjetivos,,, estructuras gramaticales, conceptos que engloban otros conceptos, cetra, cetra... y "todo ese rollo" (como  dicen las pelis americanas).

El parto que duró milenios fué colosal y vino ayudado, y probablemente a la par de, sucesivas mutaciones paralelas que lo permitieron (ver La mentira como detonante evolutivo) o como la de la genial neurona espejo, descubierta recientemente por neurocientíficos italianos, capaz no sólo de activarse ante la percepción de una acción (eso en los macacos ya ocurre), sino hacerlo también ante el ademán o el gesto de hacer esa misma acción. (muy probablemente las primeras protopalabras fuesen gestos, pero eso lo dejaremos para otra ocasión)

No se sabe, ni creo que podamos saber nunca, el camino exacto que siguió tal proceso, pero la primera vez que lo imaginé, fué como un pequeño asentamiento que a base de milebios fué convirtiendose en una inmensa y sofisticadísima ciudad invisible. Esa ciudad podemos verla ahora, pero no podemos rebuscar en sus pilares porque están enterrados bajo las lenguas actuales, por muy arcaicas que éstas sean. La paleolingüistica acabará llegando a un estrato imposible de atravesar.

Pero las palabras dicen cosas y muchas veces acaban convirtiéndose en nudos marineros que nos confunden mucho más que nos aclaran. Es el caso del concepto del "tiempo" del que ya he comenzado a hablar y que continuaré en  próximas reflexiones.

Sirva ésta como inciso para aclarar lo que quiero significar cuando digo por ejemplo "todavía no había aflorado a la conciencia humana tal o cual concepto". Trato de colocar, con mayor o menor fortuna, cada pieza en el orden que fueron colocándolas nuestros ancestros, con el fin de aclararme o aclararnos entre todos si los contertulios deciden emprender debate.


Vale, pues.

sábado, 8 de enero de 2011

El tiempo, la flecha del tiempo y la causalidad

Con respecto al debate sobre la “flecha del tiempo”, tengo mi particular opinión, naturalmente derivada de cómo concibo el tiempo, que paso a exponer de inmediato:

Como habrán podido apreciar los temerarios lectores y contertulios que acuden a este blog, procuro cuando pienso, no meterme en la cabeza de un medieval, un romano imperial o un egipcio de cuando las pirámides. Prefiero situarme en el lugar de aquellos primeros sapiens cuya conciencia lógica y racional recién despertaba.

No creo que la primera intuición del sapiens sobre el tiempo fuese la misma de la que tenemos ahora después de todo nuestro bagaje cultural: de hecho estoy convencido que el propio concepto “tiempo”  fue muy posterior a los conceptos “antes” y “después”, por ejemplo.

En los tiempos remotos, antes de “darse cuenta” del tiempo, lo más seguro es que se dieran cuenta que era imposible comerse el mamut sin haberlo cazado antes. Antes. Antes era cazarlo. Después era comerlo. De igual manera antes era necesario salir a cazar para después cazar. Después. ¿Había manera de hacerlo a revés?

Pues no. Esa fuerte intuición, jamás refutada por experiencia alguna, dura hasta nuestros dias: la resultante de las operaciónes, requiere antes de las operaciones. De las operaciones podemos conseguir los resultados, pero ni el resultado parece que venga nunca solo, ni es posible conseguir el resultado antes y después hacer las operaciones.

Por ejemplo, comerse un plato de huevos fritos con chorizo y patatas, requiere una serie de acontecimientos (operaciones)  que siguen unas secuencias que no podemos invertir: sin cerdo antes no hay chorizo después, sin fuego y aceite antes no hay chorizo frito  despues y así todo. Luego del plato no podemos realizar la operación contraria y sacar de él un cerdo, una gallina y una mata de patatas.

En definitiva, sin saberlo, en ese momento el sapiens intuyó “la flecha del tiempo” y aunque el tiempo no formaba parte del repertorio de conceptos del ser humano, las cosas requerían sus pasos, unos antes y otros despues y esos pasos requerían un concreto sentido siendo el sentido contrario imposible.

Pero si nos paramos a mirar eso mismo está en la misma lógica y en la misma matemática que siguen el mismo sentido.

De un 3 mas un 2 , obtenemos necesariamente un 5. Pero ¿de un 5 obtenemos por necesidad un 3 y un 2. No: es la misma asimetría que la de la flecha del tiempo.

Asimetría que también observamos en el juego premisas-conclusión de la lógica: de la proposición “Sócrates es mortal” no se sigue (no conseguimos después) ni que “Sócrates es hombre” ni que “todos los hombres son mortales”. Sin embargo asentando antes las premisas, sí se sigue después la conclusión.

Otra vez el lenguaje nos da una pista: la palabra “luego” tiene una acepción lógica (Había allí una colilla encendida, luego acababan de fumar” o “pienso, luego existo”) y otra relativa al tiempo (“te lo explico luego”) sinónima de después.

Pienso que no es casualidad que una misma palabra (luego) sirva para expresar el después temporal y el en consecuencia lógico. Sería importante explorar si esto mismo, o cosa parecidas ocurren con las demás lenguas además del castellano. Juraría que sí.

Y aquí llegamos a una cuestión importante que es vinculo de las operaciones – premisas - antecedentes (que siempre van antes) con los resultados – conclusiones - consecuentes. (que van necesariamente después de aquellos). La verdadera flecha del tiempo.

De lo que deduzco si no estoy errado, que la intuición de la causalidad y la intuición del tiempo (en su sentido primigenio antes dedespués de) vinieron de la mano.

Hay mucho que hablar sobre esto, pero trataré de abreviar ahora y profundizar después en otros escritos: el sapiens descubrió más tarde los ciclos que eran secuencias de antes-después que se repetían. Por ejemplo, para que después viniera el día, antes era necesaria la noche, pero a su vez era necesario antes día para que después viniera la noche. Supongo que de ese suceder cíclico, surgió el contar, la aritmética, el tiempo como medida, los relojes… pero esto es otra historia. De momento me interesa más entrar en una cuestión fundamental:

El tiempo como una cosa independiente a lo que acontece, una especie de carro que nunca se detiene ocurra lo que ocurra, era algo totalmente impensable en aquellos tiempos remotos, y sin embargo conforme nos hicimos mas “listos”, dedujimos que eso era así y así nos lo creímos durante muchos miles de años. Los relojes, los cronómetros y los ciclos naturales nos lo confirmaban: el tiempo “pasaba y pasaba” de igual manera aquí que allá y además se podía cortar en rodajas (instantes) donde cada acontecimiento tenía su sitio preciso.

Pero la intuición de nuestros ancestros era la buena, y fue al inicio del siglo XX cuando la ciencia nos hizo comprender, o al menos nos dio todas las pistas para comprender que esa noción del tiempo era más una metáfora que una realidad. Einstein vio muy claro y así demostró que la noción de simultaneidad no tiene sentido. No existe una cosa tal como “en el preciso instante que yo comía, tu estabas en el cine” como si todos estuviésemos inmersos en ese algo llamado tiempo. Aunque no lo sabíamos, no sólo el éter cayó en aquel momento, También el tiempo (y el espacio, que van de la mano) así concebido. Tanto lo uno como lo otro eran artificios mentales muy útiles para establecer marcos de referencia sobre los que sumar y restar para explicar las cosas, pero sólo artificios que dejaron de funcionar en cuanto quisimos entrar en las profundidades del cosmos y la naturaleza.

El problema es que, entre tanto, esos artificios (especialmente los del tiempo y el espacio) se convirtieron en una nueva intuición fuertemente arraigada.  

Pero con todo, no fué la Relatividad la que dió el golpe final: al fin y al cabo todo parecía a salvo si nos encontrábamos en un mismo sistema inercial, en un mismo marco de referencia. El verdadero golpe lo dio, a mi entender, la mecánica cuántica.

La mecánica cuántica nos colocó otra vez al principio de la histora: hay cosas que pasan antes y son consecuentes de otras que pasan después y que son sus consecuencias. ¿Entre medias? Entre medias no podemos hablar de un tiempo que lo rellena. Sabemos dónde y cuándo sale el fotón  y sabemos cuándo y dónde el fotón ha llegado, pero no hay nada como “el camino que recorrió el fotón en cada uno de los instantes intermedios” No hay camino porque no hay “instantes” intermedios. Mientras el fotón no deja rastro en la historia (no deja consecuencias), no podemos hablar ni de tiempo ni de “dónde estaba”, es decir, tampoco de espacio. Simplemente no tiene sentido. La teoría cuántica y los experimentos que la corroboran nos lo demuestran de manera tozuda.

¿Por dónde pasó el fotón en el experimento de la doble rendija de Young antes de chocar contra la placa? ¿Qué camino siguió en realidad en el experimento  del detector de bombas de Elitzur-Vaidman? ¿cómo de separados estaban los electrones y qué ocurría justo antes de que a Alice (o a Bob) se le ocurriera mirar por alguna de sus propiedades en el experimento ERP?  

Son preguntas carentes de sentido y sólo se lo buscamos para poder encajar lo que vemos con esa intuición de tiempo (y con ella la del espacio) que durante milenios fuimos forjando.

Podría enrollarme todavía más pero creo que por ahora vale.

(Pido disculpas por lo desestructurado de los textos y mi descuido por las formas. Los escribo de golpe  y según me salen de la azotea. No es por falta de consideración, es que no sé hacerlo de otra manera)

sábado, 25 de diciembre de 2010

La realidad vive en el futuro

Esta reflexión parte de un experimento mental que preparé en 2007 y que aparqué durante años por pensar que era una pavada. Lo retomé años más tarde cuando ví que tenía más enjundia de la que aparentaba.

Se trata de lo siguiente:


Supongamos que tenemos unos relojes tan precisos que, además de las horas, minutos y segundos, marcan una precisión de nanosegundos (la mil millonésima parte de un segundo). Se sincronizan los relojes con total precisión y los entregamos a cada uno de tres amables voluntarios. Por otro lado contamos con una cámara digital que lleva a su vez incorporado un reloj con la misma tecnología de los anteriores, misma precisión e igualmente sincronizado con ellos. La cámara está programada para impresionar su hora a pie de foto.

Colocamos ahora a los voluntarios, mostrando el reloj a la cámara y situados a diferentes distancias, por ejemplo, el primero a 20 metros de la cámara, el segundo a 30 metros y el tercero a 40 metros. Ponemos la cámara en un trípode y la programamos para que dispare la foto exactamente a las diez de la mañana. Y ... Click!

Click! ... y veamos la foto.

En primer lugar podemos ver, aparte del paisaje y de los voluntarios, la información de 4 relojes: el de la cámara - a pie de foto - y los tres que llevan los voluntarios, pero, ¿que marca cada uno de los relojes? Ninguno de los relojes marca la misma hora. El de la cámara marca las 10:00:00:000000000. En el reloj del primer voluntario, vemos 09:59:59:999999932, en el segundo 09:59:59:999999899 y en el tercero 9:59:59:999999866. Es decir, conforme mayor es la distancia entre la cámara y el paisano, su hora marcará un tiempo "más pasado", o dicho de otra forma, la foto nos está dando en una sola imagen distintos momentos a pesar que nuestra intuición nos dice que la foto representa un único instante. "Instantáneas" solemos llamar a esas fotos.

En realidad el resultado no nos enseña nada nuevo: todos sabemos que cuando miramos una noche estrellada, aunque veamos las estrellas de una vez, en realidad vemos algo multi-temporal donde la información lumínica que nos llega de una estrella proviene de un tiempo pasado distinto a la que nos llega de otra.

Pero lo importante aquí, es comprender que ese fenómeno que ocurre cuando vemos las estrellas (o la luna, que la vemos "en diferido" con 1,7 segundos de retraso, o el sol con ocho minutos de retraso), no es un fenómeno exclusivo a las observaciones astronómicas ni a las largas distancias, sino algo que ocurre en nuestra vida cotidiana, desde la visión (o,mas general, la percepción) de los objetos más cercanos.

Podemos hacer un esfuerzo de imaginación e imaginar que nos encontramos ahora paseando por este camino:


Tampoco aquí estamos viendo un instante preciso del paisaje sino una mezcla de infinitos instantes más o menos pasados: Lo que vemos de los árboles más lejanos es de un tiempo anterior a lo que vemos de los árboles más cercanos. Conforme enfocamos cada vez más cerca, lo que vemos, aunque pasado también, más cercano al presente es.

La explicación también es obvia: cuando vemos un arbol, no lo estamos viendo "en si mismo" sino que estamos interpretando lo que los fotones (la luz) que se reflejaron en él, nos dicen "ahora" en nuestra mente. Pero como la velocidad de la luz no es infinita, los fotones nunca nos pueden contar el "ahora" de las cosas, sino su pasado, más o menos lejano, en proporción a la distancia de donde partieron.

Hasta aquí no he dicho nada que un estudiante de ciencias supiera ya, pero ahora quisiera entrar en las siguientes consideraciones.

Si consideramos la realidad de las cosas como lo que son en contraposición con lo que fueron o lo que serán, tenemos que admitir que la realidad, así concebida, nos es necesariamente inaccesible a nuestros sentidos. El ahora es imposible de percibir. Ni aún tocando el árbol podemos percibir su ahora: el tiempo que pasa entre que tocamos el arbol y que nuestro sistema nervioso forma el sentimiento de su textura, no es nulo. Lo que sentimos al tocarlo, también pertenece al pasado y no al ahora del árbol. Lo mismo podemos decir de cuando pisamos tierra firme y sentimos nuestro peso. En todos los casos estamos recibiendo información en diferido y nunca nuestros sentidos dan cuenta del presente, de la realidad objetiva.

En definitiva, y es al primer punto a donde quiero llegar, nuestra percepción de la realidad no es la de la realidad física presente, sino la percepción del rastro que ha dejado esa realidad en diferentes tiempos todos ellos ya pasados. Por tanto, la realidad "en si misma" es imperceptible porque vive SIEMPRE en el futuro de nuestras percepciones. No hay manera humana de aprehenderla ni ciencia que lo permita.

Por poner un símil, es como si fuésemos en un barco donde sólo nos estuviese permitido ver la estela desde la popa. Todo lo que acontece lo vemos en la estela que se va yendo, pero no podemos ver ni el barco ni a nosotros mismos que vamos en él. Y lo más importante, no tenemos remota idea de cómo es ese barco ni si se parece en algo a la estela que sí vemos. Sabemos, eso si, que la estela y el barco no actúan de forma caprichosa: lo que acontece en el barco siempre se refleja en la estela de unaformacoherente, siguiendo leyes muy precisas. Pero barco y estela ni son la misma cosa ni se parecen en lo más romoto,


Pero el tiempo, el espacio, junto con todas las demás percepciones están en la estela y todas las cuentas que echamos son con respecto a ella, nunca con respecto a la realidad subyacente, digamos, objetiva que es invisible de necesidad a nuestros sentidos.

Porque, claro, si la realidad perceptiva vive en el pasado de la realidad física objetiva, también podemos decir, que ya hemos dicho, que en relación con nuestra realidad perceptiva (tomada como presente), la realidad objetiva vive en su futuro. En el caso de los arboles, podemos ver el árbol que fue, pero el árbol que es en ese momento que lo miramos, está en el futuro de nuestra percepción-

Esto explica, como alguno podrá haber adivinado, que la mecánica cuántica en su empeño de aprehender la realidad objetiva, se tropiece con funciones probabilistas (apropiadas para el futuro) que dejan de serlo en el momento del colapso, es decir precisamente en el momento donde la realidad objetiva deja de serlo para formar parte de la realidad perceptiva por cuanto ya queda registrada en el aparato de medición, dejando el rastro de lo ya pasado.

A mi entender todos los misterios de la cuántica se derivan de uno sólo: la dualidad onda - partícula. Pero si nos paramos a ver esa dualidad en el escenario que acabamos de presentar, se misterio en gran medida se desvanece. Veamos haciendo un resumen:

Por un lado tenemos una realidad objetiva, que subyace a cualquier observador, pero que ningún observador puede alcanzar con la percepción porque siempre "llega tarde". Por otro lado tenemos la realidad perceptiva, que vemos, sentimos y medimos, que es el reflejo "a toro pasado" de los aconteceres de la realidad objetiva.

Pues bien, tal como lo veo, la realidad objetiva (inaccesible con nuestros sentidos) es la que representamos con la función de onda de probabilidades, y es la única manera de "verla". Pero cuando esa "onda" se ve forzada a entrar en la realidad perceptiva, es decir, a dejar rastro en la estela de la historia, es cuando de produce el colapso de la función de onda, y de ese modo, a nuestros sentidos se ha "convertido" en partícula. Todo lo que nuestra percepción ve, proviene de los colapsos, nunca del estado inter-colapsos en que consiste la realidad objetiva y que sólo podemos "ver" a través de artefactos matemáticos probabilistas.

De esta manera, no es, como dicen algunos, que la realidad se va conformando con la observación de ella, sino que, al contrario, nuestra capacidad de observación está limitada exclusivamente a los momentos en que la realidad objetiva "se decanta" y colapsa para producir algún cambio en la naturaleza. En ese momento la onda que fue queda registrada en la historia (en la estela) como partícula.

jueves, 16 de diciembre de 2010

La mentira como detonante evolutivo: el origen del ser humano

Esta historia que voy a contar trata de explicar un concreto salto evolutivo de excepcional importancia en nuestra propia evolución. Para explicarla usaré a dos protagonistas conceptuales que serán el homo sapiens neanderthalensis (en adelante neandertal) y el homo sapiens sapiens (o humano). Digo que son protagonistas conceptuales, porque, si bien es posible  que fuesen los verdaderos protagonistas de esta historia, también lo es que el salto fuese dado en otro punto de la linea evolutiva del homo sapiens. En cualquier caso pienso que, salvo detalles de mayor o menor importancia, es una historia verídica en lo esencial y como tal la voy a contar.

Veamos.

Cuando hablamos de la inteligencia, es común hacer un revuelto con todo lo que nos parece más humano (capacidad de abstracción, capacidad del lenguaje, capacidad lógica, capacidad artística ...) y a todo ello solemos meterlo en un paquete que llamamos pensamiento complejo y lo usamos como si la evolución nos lo hubiese dado todo de golpe y porrazo. O mas o menos.

Pero por la lógica de la selección natural, sabemos que no es así.

En esta historia partimos de la base de que el neandertal tenía ya gran parte del paquete, pero no todo. Es decir, tenían capacidad de abstracción o de conceptualización y tenían lenguaje capaz de comunicar tales conceptos. Tenían imaginación y probablemente capacidad artística. De sus antepasados animales heredaban lógicamente los instintos y todos los mecanismos necesarios para la convivencia en grupo o manada, la capacidad de establecer lazos afectivos y todas las consecuencias derivadas de las neuronas espejo recientemente descubiertas: capacidad de compasión, empatía etc.

La pregunta es ¿que les faltaba entonces del paquete llamado pensamiento complejo para ser como los humanos? La respuesta a esta pregunta es el punto central de esta tesis: les faltaba la capacidad de mentir.

Aqui debo abrir un parentesis y explicar a qué me refiero y en que consiste esa incapacidad.

La aparición del lenguaje y la de la abstracción siguió un camino evolutivo en común, de tal manera que el lenguaje era desde el principio un acto reflejo del pensamiento abstracto. Así, ellos podian decir "veo la montaña" porque realmente la veian. O podian decir "imagino un arbol" porque realmente lo imaginaban. Pero si imaginaban una cosa, no podián decir que la veían ni al contrario. Claro, cualquiera que me lea, que es humano, puede decir, ¿que clase de impedimento es ese si es tan fácil como decir que ves otra cosa de la que realmente ves?

No, no es tan fácil si lo paramos a mirar. Lo fácil es una conexión directa de lo que percibes con la abstracción que haces de ello (lo que te dices a tí de lo que ves) y a su vez una conexión directa de esto último a lo que dices con la boca o por los gestos. Bien visto, la mentira es un artefacto evolutivo altamente sofisticado que puentea y cruza cables en el sistema neuronal. Por esa razón tardó cientos de miles de años en progresar. Por eso y algo más que más adelante expondré.

En estas, el neandertal, que no miente, se hace amo y señor de la naturaleza por su capacidad de abstracción y de comunicación. No tiene competencia. Pero su capacidad de pensamiento y por tanto del lenguaje esta limitada por esa carencia. En su lenguaje no hay condicionales ni capacidad lógica: las cosas son como son, las vea yo o las vea el vecino cuando me la cuenta. No existe la duda si no es como mero parón instintivo para ver qué camino tomar (el mismo instinto de otros animales). Pero la duda como concepto no existe. Los conceptos confianza y desconfianza tampoco existen. Simplemente saben a qué atenerse porque las cosas son como son sin engaños: corren si ven al león. Ver al león y oír al de al lado decir que lo ha visto es la misma cosa y comporta la misma reacción. Todo se toma de forma absolutamente literal y no entienden las bromas ni la ironía. 

Por supuesto los propios conceptos de verdad y mentira les son asimismo totalmente desconocidos. No pueden ni imaginarlos. Su lenguaje es por tanto esencialmente descriptivo, imperativo y seguramente muy poco más. Si no hay duda no hay pregunta, interrogante ni especulación ninguna. 

La cuestión importante es que el mecanismo para la mentira no progresó hasta pasados unos 200.000 años del surgimiento del neandertal. Si miramos el tema desde el punto del éxito evolutivo, esa capacidad pienso que hubiese prosperado antes, pero no lo hizo por la siguiente razón, segundo punto clave de mi exposición: la mentira es tan exitosa como tendente al fracaso en el genero homo sapiens.

Veamos por qué. La capacidad de mentir tiene dos vertientes desde el punto de vista del éxito evolutivo: por un lado es extraordinariamente positiva: el que puede mentir actúa en franca ventaja del que no puede, por lo que se convierte en arma eficaz con respecto del enemigo (o la presa homo de la tribu rival que no sabe mentir). Pero ese éxito es de puertas para fuera. En relación con el grupo (tribu, manada) la cosa es muy distinta: el "estado de confianza" derivado de la incapacidad de mentir se rompe, provocando que el grupo se disgregue preso de la desconfianza. Esa separación rompe a su vez la posibilidad de avanzar en el camino del pensamiento abstracto y el lenguaje que requiere de sociedad estable. Pierde así la principal ventaja que el sapiens tiene con el lenguaje: la cooperación en grupo.

Resumiendo, el gen del lenguaje se torna incompatible con el gen de la mentira y en esa incompatibilidad, el del lenguaje va venciendo en los neandertales, mientras que el de la mentira se queda latente en grupúsculos de homos insociales que aparecen y desaparecen.

Pero como la naturaleza no se conforma, sigue en su empeño de deshacer ese nudo gordiano y se pregunta ¿es que de verdad es imposible dotar a un homo sapiens con los poderes de la mentira de cara a su supremacía con respecto a los demás homo sapiens incluidos los ingenuos neandertales, y a la vez conseguir la cohesión necesaria en su propio grupo para avanzar en la abstracción y el lenguaje?

Bueno, la naturaleza no se lo pregunta así, solo prueba y prueba y prueba ...

Y probando, encuentra la solución, todavía más sofisticada que el propio mecanismo de la mentira: a la capacidad de abstracción y lenguaje, junto con la de la mentira, le añade un ingrediente nuevo que hace compatibles a los anteriores (al menos suficientemente): ese artefacto consiste en el aparato moral.

Dicho artefacto tiene la singular propiedad de posibilitar la mentira a cambio de un precio en forma de "daño" emocional (similar a la sensación de peligro), pero, y esto es lo más importante, la intensidad de ese "daño" varía dependiendo del grado de afecto y confianza contraído con el destinatario de la falsa información usada como arma. En otras palabras, en los primeros humanos el aparato moral estaba directamente conectado a los mecanismos del afecto y los sentimientos instintivos de la confianza en el grupo. De esa manera, se mantenía intacta la ventaja evolutiva para arrollar otras especies sapiens (a las que vencían con mucha más capacidad de engaño) a la vez que se frenaba fuertemente la desventaja disgregadora de la desconfianza dentro del grupo.

En resumen, la moral suplió la incapacidad de mentir (necesaria para el progreso del lenguaje en sociedad) por la  fuerte sensación de riesgo que suponía hacerlo cuando mediaban lazos de confianza social.  

Y pues, así nació nuestra especie.

No sólo venimos del mono, como nos dijo Darwin, sino que !venimos del mono mentiroso!

Pero ahí no acabó todo. No todo es "malo" en esta historia (o no tanto). La aparición de la mentira, junto con la moral, aportó a nuestra abstracción nuevos conceptos y nuevas palabras y mecanismos mentales que dieron al humano una capacidad y proyección casi ilimitada en la naturaleza.

Para empezar la duda nació como concepto: ya se perdió la garantía de que lo que nos decían que pensaban era lo mismo de lo que pensaban. De un neandertal si la había, pero de un humano ya no. El humano, por decirlo así, había convertido su mente en una caja negra.

De la duda nació el condicional (If lógico) y de la sensación de prohibición que suponía mentir (freno emocional) nació el concepto de Mentira, Falso (False lógico) como lo que es incorrecto o malo.y como efecto contrapuesto, la obligatoriedad que suponía el no mentir  hizo nacer el concepto del deber junto con los conceptos (contrarios de los anteriores) de Verdad, verdadero (True lógico) ligado a lo correcto o bueno.

Como se puede ver, emergieron al plano consciente los elementos esenciales de la lógica que a la vez ponían el mecanismo necesario para combatir la propia mentira. La naturaleza, pues, nos puso el veneno y el antídoto a la vez. A la vez al asesino que se esconde tras la mentira y a Sherlock Holmes que la puede descubrir.

Es imposible en esta historia poner las inmensas repercusiones de tal "hallazgo" y que el lector a estas alturas ya supondrá: de la lógica surgió la capacidad de deducción por un lado y también la observación crítica, y de ellas la capacidad científica y tecnológica. Por otro lado, la moral derivó del concepto del deber los del compromiso , la confianza y la fe, que permitía la generación de reglas morales comunes al grupo, leyes, el Derecho, etc. Tampoco voy a extenderme en el por qué pormenorizado de tales derivaciones, simplemente concluir que esta secuencia de hechos dotó al ser humano de tan potentes herramientas intelectuales como para que en relativamente pocos años arrinconaran a toda competencia homo sapiens, incluidos los, hasta entonces reyes de la creación, los sinceros neandertales, dotados de comprensión, abstracción y rico lenguaje, pero que carecían del uso de razón por incapacidad de deducción y que reinaron durante 300.000 años.

Se dice que nosotros los humanos y los neandertales convivimos durante unos 5.000 años. El tiempo que tardamos en robarles el léxico, la cartera y arrinconarlos hasta echarlos al mar por Gibraltar. En 5000 años nos deshicimos de una especie dominante que lo fue durante cientos de miles de años.


Naturalmente esto no es más que una hipótesis novelada, pero las tres piezas genéticas básicas del rompecabezas, a saber, los genes responsables de nuestra capacidad de lenguaje, los genes responsables de nuestra capacidad de engañar con el lenguaje y los genes responsables de nuestra capacidad  moral como mecanismo de freno de los segundos, fueron los que encajaron definitivamente nuestra especie como la dominante en la naturaleza.


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